Bajo el influjo de la sensualidad y exuberancia que imprime
el clima y espíritu del Caribe, he tratado de explorar
las posibilidades formales que brindan estos cuerpos femeninos
a través de la simpleza de las formas, tras una aparente
preocupación por las convenciones plásticas.
Esta serie es un acercamiento, en el difícil arte
de la fotografía del desnudo, de reflejar la belleza
femenina y establecer una analogía erotizante en
complicidad con otras formas naturales.
Frutos Tropicales, titulo de la serie, es un juego personal.
Las frutas solo un pretexto de acercamiento a la voluptuosidad
caribeña.
El autor.
VIDAL: CIERTOS FRUTOS DE VIDA
"No soy reportero. No soy contemplador, soy vida.
Lo soy. Los cuadros que veo en mis ideas son mas valiosos
y mas reales que cualquier acontecimiento que pueda contemplar
casualmente en la calle". Esto decía Duane Michals
quien - de acuerdo con su buena conciencia de si mismo-
creó desde 1965 secuencias de cuasi prosaicas secuencias
cuyos diversos segmentos fueron conscientemente meditados
por él. Tales frases regresaron a mi mente cuando
contemplé por primera vez las fotografías
que conforman la muestra titulada Frutos Tropicales, de
Gonzalo Vidal.
Tampoco reportero ni contemplador, más si teniendo
mucho de vida, se desplaza confiado por esas zonas donde
oscilan, procurando equilibrio, la lente fiel y la no menos
leal imaginación.
Fotógrafo ganado sensiblemente por el ojo y la ensoñación
del pintor, que en propuestas anteriores regaló poéticas
visiones de ruinas casi matéricas, ronda ahora un
motivo cuya génesis se localiza también en
el ámbito pictórico: la relación fruta-mujer,
de larga saga, substanciada por asociaciones sinestésicas
que van desde lo visual, pasando por lo táctil, hasta
lo olfativo, al tiempo que sugieren similares procesos vitales
inherentes tanto al vegetal como al animal: el camino que
en uno y otro reino conduce del radiante esplendor hasta
la acusada maduración; el contrapunto formal que
simbiótica paladar y sexo, revelando la común
capacidad reproductiva, dadora de vida y placer a la manera
de una historia interminable.
Sin bucolismo, sin exotismo, el artista - chileno afincado
en Cuba a prueba de café, transporte colectivo, buenas
bromas y no peores amigos - no rehusa la aproximación
a esa despampanante "rubia", apoteosis de un cierto
mestizaje factual cuyo contraste, en más de una ocasión,
exorbita la mirada del transeúnte ni renuncia - otra
vez el pintor- al rejuego estético con formas geométricas
diríase puras.
Néctares dulces, amargos también, alcanzan
-sinestesia mediante - los labios del espectador: inician
su curso desde las codiciadas, marcadas y mercadas formas
que sirven de referentes.
Cualquiera esperaría que Gonzalo hubiera depurado
un estilo a partir de su inserción en una corriente
determinada; pero, no. Las suyas son imágenes visualmente
atractivas, tanto por conceptos como por formas amparadas
por una rigurosa técnica donde la luz es siempre
más protagónica; y por ese agudo sentido que
permite al artista extraer de la vida lo que anticipadamente,
la imaginación ansia remodelar.
Lic. Lupe María Romero
La Habana, 17-06-99
Nota: De cada una de estas obras, sólo se realizarán
ediciones de 3 ejemplares.
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